Aromáticos sueños y realidades
Una noche, tras llevar un tiempo (¿cuánto?) dormido
creí despertar junto a un minúsculo lago
de inquietante superficie circular.
Y lo maravilloso parecía consistir, en que la orilla variaba
según pretendiese yo saber, por qué el líquido aquel, de olor
tan atrayente, me iba llenando el espíritu.
Líquido, donde la luna dejaba reflejos a modo de imán
que el cielo aprovechaba para absorber el embrujado
aroma; indispensable ya para mis sentidos.
Tanto, que terminé enamorado del misterio. Como si nadase
en aquella maravilla, a la vez que sorbía su sabor
quizá para calmar mis enfebrecidas apetencias.
¿Y el color? Igual que los sabores; despertando ambos en mí,
la realidad de estar felizmente llenos, paladar y espíritu,
del ensueño que sólo puede producir, algo del más allá
Y, sin embargo, humano.
De pronto, sobre la sugerente orilla, una ninfa reclamaba
mi atención, ofreciéndome el celestial ensueño del mejor Café.
¡Enseguida Bou!
Antonio L. BOUza